DOLARES DE ARENA: El reflejo de lo que somos mostrado en una buena cinta
(Por Alex Quezada)
alexquezada1@gmail.com
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Si bien
desde fuera, la República Dominicana es vista como paraíso de arena, sol y
playa, también es cierto que en torno a esos atributos, se concentra la miseria
humana, en donde miles viven historias que si todas se escribieran y lanzaran a
la pantalla, se convirtieran en bofetadas capaces de borrarnos la sonrisa. Dólares
de Arena, es un filme que nos retrata, reflejando con dureza esa franja
que subsiste como mercancía de placer o zombies emocionales. Con sus personajes
desarraigados, de miradas esquivas y diálogos evasivos, donde unos explotan y
compran a otros que no tienen más alternativa inmediata que la de venderse al
turista de turno.
Los
directores Laura Amelia Guzman e Israel Cárdenas, dominicana y mejicano,
respectivamente, han retornado a la provincia de Samaná en donde también
enmarcaron parte de su película Jean Gentil, con sus lluvias y cocotales que cortan el viento, con su mar que
ruge hasta convertirse en otro personaje y con el ruido habitual de
motocicletas que van y vienen. Esta vez, el cancionero de bachatas, ya
antológicas, de Ramón Cordero se
proyecta en otra dimensión- incluso él mismo en pantalla- como banda sonora que
subraya y complementa el anhelo y desgarro de unos personajes atrapados en un
círculo vicioso.
Ya vista
como un icono del cine universal, Geraldine
Chaplin muestra sus pecas y arrugas, y se ha desinhibido, esta vez para
interpretar a una turista francesa de preferencia lésbica, obsesionada con la
joven pueblerina Noelí, (Yanet Mojica), quien ha accedido a las pretensiones de
la primera y la utiliza como fuente de ingreso mientras sostiene otra relación
con un holgazán joven de su mismo entorno y condición. El interés de la anciana
por la joven, confrontará con otros eventos que entre tragos y bailes
construyen una línea de decepción y reacciones, para ir afrontando la triste
realidad de aquel círculo, captada con una efectiva fotografía de Jaime Guerra
e Israel Cárdenas, que se erige como otro de los mayores valores de la cinta,
constantemente acentuada con bachatas de la primera generación.
Si por
muchos años nos quejábamos de que el llamado cine dominicano no había captado
la identidad de lo que somos para llevarlo a la gran pantalla de manera
convincente, esta vez se ha dado un gran paso. Dólares de Arena, coproducción con México y Argentina, tiene en
esencia mucho de eso que somos, y de lo que muchos viven y hacen, como
individuo o colectivo.
Esta historia,
con un estilo de montaje que por momentos pasa de manera brusca entre un
ambiente y otro, al igual que entre música, ruido y silencio, no es
complaciente, no es una tarjeta postal de aquel paisaje paradisiaco, aunque
esté ahí mostrado, más bien para establecer las cualidades y carencias de uno y
otro. Estamos ante una gran película, conmovedora y penetrante. Ese es el buen
cine, el que señala y pone el dedo en la llaga.
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