No voy a contar el concierto que realizó el sábado en Casa de Teatro. Solo quiero limitar mi prosa a exaltar la carga caribeña que Bryan Lynch imprimió en el mismo, la que matemáticamente es igual al 100%.
Una noche rica de ensambles de percusión, con presencia de guaguancó, chachachá, songo, que fue punto de complicidad entre Obed Calvaire (batería) y Pedro Martínez (conga), quienes, en cada “repiqueteo” y cada improvisación, soltaban sus carcajadas.
Al aura entusiasta que capitanearon estos músicos, se sumó el virtuosismo de Luques Curtis (bajo) y Zacaii Curtis (paino). Los solos del último, también impresionaron a los presentes. Improvisaciones, de las que no hay dudas, estuvo la escuela “Palmeriana”, presente en atinadas combinaciones de acordes y silencios, muy parecidas a las del neoyorquino co-autor de “Vamonos pal monte”.
Todo lo expuesto fue coronado, por supuesto, con la grandeza de Lynch, que entre contraste de notas, altas y bajas, y fraseos extendidos y entrecortados, sumado a una entrega total, mantuvo en vilo a un público que disfrutó de las melodías emitidas por su trompeta y del veneno caribeño que llevó la voz cantante en una presentación magistral.

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