Que fea en el tope estas, dominicana bandera

(Por Alexis Méndez)
Aquella mañana me encontré con un triste espectáculo, el cual me aportó la primera nota desafinada del día; y digo la primera, porque en una sociedad tan mecánica y donde la falta de civismo es lo normal, cada minuto es un desconcierto.
En el odioso trayecto que me lleva de Santo Domingo Este al Distrito Nacional, me encontré con dos individuos que pretendían izar la bandera. Uno de ellos portaba un teléfono móvil en una de las manos, lo que significaba un obstáculo en su maniobrar. De repente, el aparato telefónico se le iba caer, lo que le llevó a cometer el acto que me hizo estallar.
-Oye, fíjate en lo que estas haciendo-le grité fuerte cuando vi que el tipo había colocado la bandera en el suelo para entrar su BB en uno de los bolsillos del pantalón. En ese mismo momento su compañero preguntó quien era yo para hablarles en ese tono. Luego el otro respondió que yo era un “Malcriao”, vocablo que me confirmó que eran dos militares, de esos que el trujillismo le abunda en el ADN. Pero no quiero desviarlos con el acalorado diálogo que tuve con semejantes personajes. Vallamos al punto que me motivó a escribir lo que ahora leen.
Pensé que algo peor que eso no podía pasarme en el resto del día. Pero me equivoqué, pues a partir de ese momento, me dio por observar todas las banderas que me encontraba en el camino y descubrí que en el tope de las astas ondean trapos descoloridos y rotos, deshilachados y con la suficiente apariencia para desacreditar a cada dominicano. En ese momento pensé en Juan Pablo Duarte, y me dió verguenza ajena.
Lo peor de todo es que las más feas pertenecían a instituciones públicas. Pero de igual manera, desde la carretera Mella de Santo Domingo Este, hasta el Centro de los Héroes del Distrito Nacional, pasando por el Faro a Colón, la Av. Del Puerto y la George Whashington, no visualicé una bandera en buenas condiciones.
Con aquel panorama quedé convencido de que urge una inversión por parte del Estado dominicano, destinada a un programa de supervisión y reemplazos de banderas, donde se tome en cuenta el tiempo que estas deben permanecer a la intemperie en buenas condiciones. El mismo puede incluir un proyecto de educación ciudadana que mucha falta nos hace a todos, empezando por los gorilas de aquel día. Por supuesto, la supervisión debería incluir un sistema de notificación a las instituciones privadas que también utilicen banderas en malas condiciones.
Pienso que una inversión de esa naturaleza tiene un costo mensual menor que lo invertido en viáticos para ministros y viceministros. Y menor que lo invertido en combustibles para funcionarios. Mucho menor que el costo de esos talleres internacionales donde nos constituimos en anfitriones glamorosos.
Este toro tiene muchos cuernos por donde agarrarlo pero hay que iniciar por uno, o algunos.

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