Lo que vi y viví en el Festival


(Por Alexis Méndez)
No pretendo que estas líneas sean una crónica del Dominican Republic Jazz Festival, porque faltaría la exactitud ante mi imposibilidad de estar presente en la apertura en el Centro León de Santiago de los Caballeros. A pesar de mi ausencia el jueves 25 de Noviembre, no me cabe la menor duda de que todo salió bien. Lo digo porque confío en el talento Miguel Andrés Tejada y la veteranía de John Benítez. Además, apuesto contundentemente a la capacidad del Centro León, que sumada al trabajo de los organizadores de este evento debió dar buenos frutos. Varios testimonios reforzaron lo explicado.
Lo que si puedo es descargar mis sentimientos, esos que salieron a flote durante el segundo y tercer día en Cabarete, tanto en los conciertos Centrales como en otras actividades con sentido educativo que se dieron acabo.
Dije sentido educativo, esa línea llevó la clase magistral para músicos y estudiantes de música, en la que John Benítez se refirió a la relación entre ritmo y melodía en el jazz. En esta actividad también participaron Francis Benitez (batería) Marco Pignataro (saxofón) y Ramón Vázquez (bajo) quienes asistían con ejemplos la disertación del bajista puertorriqueño.
El mismo tenor traía otra reunión con estudiantes, realizada el sábado en la mañana. Aquí Marco Pignataro fue el conductor, quien utilizó un lenguaje simple que permitió que a los niños aproximarse al jazz, entender el concepto de compás musical y conocer los instrumentos que allí estaban presente (Piano, saxofón, bajo y batería). Danilo Pérez también tuvo intervenciones puntuales frente a los niños y niñas presentes.
Hablando de Danilo, Mister Panamonk demostró que además de su incuestionable talento, tiene mañas. Lo imagino preguntándose que hacer luego de la inolvidable presentación de Sandy Gabriel, en cuya última parte estuvo presente el merengue típico, envuelto en fuertes ropaje de jazz, y que dejó al público agradablemente enloquecido. Ante aquel escenario, el virtuoso pianista panameño decidió subir a Tarima y entablar un diálogo con el público, el cual inició un concierto interactivo, matizado por versiones de boleros que el público cantó en forma desgarradora; entre estos el clásico “Historia de un amor” de su compatriota Carlos Eleta Armarán, y que incluyó en “En providencia”, su más reciente álbum. El final de la presentación de Danilo, fue el final de la noche del viernes. La misma se constituyó en la genuina descarga de jazz latino que todos conocemos, donde varios músicos subieron al escenario, entre estos John Benítez, quien evocó al gran Israel “Cachao” López con el legendario tumbao que identifica el tema “Como mi ritmo no hay dos”, al que le insertaron el coro “Santo Domingo, no hay dos”. También subieron al “Jameo” Miguel Andrés Tejada, quien por invitación de Danilo Pérez tomó el piano, y Sandy Gabriel que coronó este momento con su saxo tenor.
Inolvidable nombré la actuación de Sandy Gabriel. Pienso que me quedo corto ante tan amplio abanico de posibilidades, donde su jazz se codeo-y hasta se revolcó-con el funk, la balada y la causa más tradicional de nuestro merengue.
Al día siguiente le tocó el turno a Chucho Valdés, cuya capacidad interpretativa no es de este planeta. Con su manera de tocar el piano, las emociones vivida ya la había previsto; lo que si me sorprendió fue la capacidad de compactar una propuesta, por parte de cada uno de los músicos que le acompañaron. Esa tarde había compartido junto a los Afrocuban Messenger de Chucho y en un momento, la compenetración me hizo olvidar quienes eran, cosa que recordé cuando subieron a tarima. Entonces creció el entusiasmo. Y como fresa del helado, llegó Mayra Caridad Valdés, hija y hermana de consagrados-leí en algún lugar-y sobretodo dueña de una voz y personalidad única que la engrandece y engrandece a todo el que tiene la oportunidad de escucharla. La voz femenina de Afrocuban Messengers, como la presentó Chucho, cantó boleros y fusiones que integran raíces ancestrales del africanismo. Además, involucró al público en su buen arte.
Finalmente voy a resumir mi juicio acerca de Crispín Fernández, tomando un concepto externado por Fernando Trueba en Calle 54, en el que se refirió a Chano Domínguez. En ese sentido tomo y adapto, y digo que "cuando se habla de merengue y jazz, Crispín es el único músico verdaderamente bilingüe".
A los organizadores del DR Jazz Festival, felicidades. Mejor no pudo ser el final, porque es hora de quitar tanto almidón al jazz, o mejor dicho, a las presentaciones de jazz que se realizan en el país.

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