(Por Alexis Méndez)
Supongo que no es una verdad absoluta, pero la manera en que Fernando Echavarría se ha manejado, en un poco menos de 30 años de carrera, sirve para escribir un manual de comportamiento.
Yo que en estos últimos meses he vivido pregonando tajantemente que no quiero ser amigos de los artistas, porque si continuaba en esa práctica, iba a terminar odiando el arte, hago un aparte con Fernando. Lo confieso así porque considero que contar con la amistad del líder de la legendaria “Familia André” es un lujo.
En el marco de la clausura de la XIII Feria Internacional del Libro, El Pabellón de la Música nos regaló una charla con este gran ser humano, quien habló de sus inició y del proceso que le ha llevado a parir excelentes trabajos musicales. También se refirió a su vida personal y a un demonio con el que los trabajadores de cualquier disciplina artísticas tienen que luchar a diarios: El Ego.
Por supuesto que todos lo tenemos, en mayor o menor grado. La única condición para que el ego viva es ser un humano. Pero la fortaleza y humildad de personas como Fernando manipulan a su antojo esta fábrica de pensamientos hechos realidad.
Comentó ser fiel a las estrategias de marketing hasta un punto-Cuando baja de la tarima trata de esconderse, pero si esto no es posible y su público lo atrapa, se detiene, habla y sonríe con el corazón-a pesar de lo que diga el librito le indique a los manejadores.
Con esa misma sinceridad ha manejado sus producciones musicales y su agrupación. Contó que antes de la capacidad del músico, para estar en su entorno se necesita ser humilde y sentir a plenitud lo que se hace.
Son estas algunas pinceladas de las que nos dio el máximo protagonista del Fusón, la que estoy seguro, están muy lejos de ser demagogia. Basta con tratarlo para uno darse cuenta.

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