Hablar de música a partir de la segunda mitad del siglo XX, y en esta primera década del siglo XXI, supone una combinación de influencias que en estos tiempos corren, cada vez con mayor velocidad. Esto se debe a los métodos de difusión, cuyo crecimiento e importancia han ido en espiral, al punto de que hoy en día, estos nos achican el mundo y nos agrandan las posibilidades.
En tiempos en que es de común manejo el término “global”, es oportuno acuñar el concepto “globalización de la música” donde elementos locales, entran a formal parte de un todo universal, dando como resultado nuevas sonoridades, expresiones que hablan de más de una cultura.
Pero ese proceso de asimilación de elementos que se adhieren y que se cohesionan con los ya existentes, no es asunto de estos tiempos, pues siempre ha existido en la música, en las artes; siempre ha vivido entre cualquier forma de comunicación. La diferencia está en estos años que nos han tocado vivir, que son los que muestran la velocidad ya mencionada en cualquier cambio y/o evolución.
Un ejemplo de lo mencionado está en la diversidad musical del Caribe. Allí quiero dirigir mi lupa. Un proceso de transculturización nos ha hecho dueño de una amplia gama de expresiones musicales, la cual reposa bajo la sombrilla de la Identidad Caribeña, en la que los toques, melodías y cantos tienen células comunes.
Si he de hacer un símil, entonces permítanme comparar nuestro Caribe y su relación con la música con un Barrio, a propósito de que este es un conglomerado que se puede encontrar en toda América, con diferencias y similitudes. Y es que a diferencias y similitudes quiero referirme.
Digamos entonces que entre las similitudes encontramos la herencia cultural aborigen y la africana, mientras que la diferencia estaría marcada por la parte colonizadora (Española, Francesa o Inglesa). Estamos hablando de un Barrio de tres casas, en las que existen diferentes habitaciones, y en cada habitación, más de un habitante se expresa.
Así se ha mostrado el Caribe musical, el que el investigador venezolano Alejandro Calzadilla a definido como algo “mucho más que ese irreductible mar, que entre calmas y huracanes nos ha unido y separado a lo largo del tiempo.
De esas similitudes se ha originado, a lo largo del tiempo, la problemática del origen de los diferentes géneros musicales que es “el pan nuestro de cada día” en el campo de la investigación de la música. Pero también tiene entre sus resultantes a la solidez de una cultura musical, que se ha impuesto ante el mundo, presentando un producto en el que predomina la cultura colonizadora, los aportes africanos, y algunos restos de elementos aborígenes. En ese sincretismo aparecen elementos que han evolucionado y otros que viven en una constante lucha por mantener su forma original. Del mismo Mulato, resultado de esta región caribeña, ha sobresalido una herencia musical, en la que se aprecia en primer plano, una melodía y armonía que llegó por parte de la tradición musical Europea (Española, Francesa, Inglesa y de manera indirecta italiana) y el fuerte legado de la polirítmia africana que llegó con su sentido del canto y el baile.
Explicado este proceso, es fácil convencerse de que el mayor aporte que el Caribe ha hecho a la humanidad, ha sido su música, muy en especial la que viene de “la casa más grande del barrio”,El Caribe Hispánico, en la cual una de sus habitaciones está ocupada por la música dominicana.
Acerco más y más mi lupa cuando me refiero a la música dominicana, porque con ella, específicamente con dos ejemplos de expresiones contemporáneas, quiero referirme a la difusión de la música como ente socializador y escuela importante en la creación de estilos. Veremos a continuación como los grupos sociales crean sus propias expresiones, según sus circunstancias, y para ellos hablaremos de dos expresiones nacidas en el ceno de la sociedad dominicana, en diferentes extractos sociales. Me refiero a la bachata y el fusón.

Primer ejemplo, la bachata.
Ninguna expresión artística nace de la noche a la mañana. Siempre habrá antecedentes, siempre habrá algo antes del inicio. Lo que si existen son momentos detonantes y personajes claves en su formación total o parcial y en su desarrollo.
Es así como los primeros años del decenio de los 60 son determinantes en la formación de la música de amargue, la que evolucionó en el hoy llamado estilo bachata.
Tonos menores, que identifican melancolía, base rítmica de bolero, que se torna acelerado y que acoge toques de son y merengue, y un canto que denota tristeza, se encuentran entre las características de la bachata, cuya formación no pudo darse sin la presencia de la radio, para ser más específico, de Radio Guarachita.
En el 1964 surge esta emisora, que insertaba a los más pobres a la modernidad, adaptándose a su realidad, con un diseño de programación que los involucraba de manera sustancial. Guarachita hacía más pequeña la geografía nacional del campesino al constituirse en su principal vehículo de comunicación con sus memorables servicios públicos que hoy vive en el recuerdo de todos y ha convertido a esta radiodifusora en patrimonio emocional de los dominicanos.
La programación musical incluía boleros y rancheras que ponían al desamor como pretexto para reflejar la realidad existencial de aquellas personas, que estaban en sus campos o formando parte de la marginalidad citadina. Pero también entraba el son, con el que bailaban su dolor.
Es así como Radio Guarachita facilita las herramientas para crear el acento musical de jóvenes aficionados a la música, que no tenían más escuelas que el aprendizaje que proporcionaban los boleros de Felipe Rodríguez, Julio Jamarillo, Olimpo Cárdenas; las rancheras de Miguel Acebes Mejía y José Alfredo Jiménez; y los sones, guajiras y guarachas del Dúo Los Compadres.
Escuchando a estos intérpretes, los precursores de la hoy llamada bachata, crearon una música, y aunque carente de base teórica musical, estos conectaron rápidamente con el grupo social al que pertenecían, y es que su propuesta reflejaba su realidad social (recuerdo un comentario del cantautor Víctor Víctor sobre los precursores de la bachata. Dijo que “esta gente no tenía escuela, pero si un gran corazón”).
Con el pasar del tiempo la música de amargue fue adoptando otros elementos. La influencia del merengue fue vital en su formación definitiva. Para los años de desarrollo de la bachata, ya el merengue contaba con el reconocimiento nacional, ya era el importante actor que hoy es en nuestra identidad, lo que conlleva a marcar un acento muy particular en los intérpretes del país, estando presente, en mayor o menor cuantía, en toda la música popular dominicana.
La guira es uno de los principales catalizadores de esa influencia implícita y explicita que se aprecia en las diferentes expresiones musicales que se encuentran en nuestro territorio, tanto en demarcaciones urbanas, como rurales.
A la bachata llega por la necesidad que tienen los grupos de hacer merengue en sus presentaciones. De la misma manera llega la tambora, pero a la hora de tocar el bolero de amargue, esta era sustituida por el bongó. Con la guira no sucedió así, pues esta desplazó totalmente a las maracas, constituyéndose en instrumento esencial en el conjunto que interpreta la bachata.

Segundo ejemplo, el Fusón:
Diferentes sectores relacionados a la música, coinciden con que los 80 constituyen la época de mayor consolidación de la música popular dominicana de la segunda mitad del siglo XX. La mayoría se enfocan en el merengue, que llevó el timón del barco, pero no es solo este ritmo el que corona esos añorados tiempos dorados, sino que otras expresiones inciden en el espectro musical de la sociedad dominicana. Fueron los años en que la bachata adopta forma definitiva, incluyendo el término. Además fueron tiempos de esplendor para expresiones foráneas como el jazz y el rock, que adquirieron un color dominicano.
Un suceso importante fue la inclusión definitiva de la clase media a la creación musical. Músicos con formación musical académica y provenientes de esa expresiones foráneas antes mencionadas, se insertaron, primero al universo del merengue, luego al del son y la bachata, de donde bebieron, al mismo tiempo que aportaron sus conocimientos.
Uno de los resultados de estos sucesos está en que por primera vez la clase media creó su propia música, ejemplificada en el conocido estilo Fusón.
En el álbum musical “Donde e que e” de Fernando Echavarría y la Familia André, editado en 1999, aparece la definición de Fusón: “El Fusón es una mezcla de elementos melódicos, temáticos, e instrumentales de diferentes géneros latinos, afro antillanos y anglos como la cumbia, samba, calipso, vallenato, rock, rap y jazz, entre otros, apoyado en la base rítmica del son y el merengue”.
El Fuson tiene como más cercano antecedentes, las fiestas caseras de jóvenes de Santo Domingo y clubes culturales, ambientes donde se interpretaba la música con los instrumentos que podían aparecer, con los que se expresaban con libertad.
Aquella manifestación, de arte undergraund pasó a tener reconocimiento mediático a partir de La Familia André.
En una entrevista, Gustavo Ubrí, miembro fundador de La Familia André, le comentó a la licenciada Rossy Díaz que esta era “una de esas agrupaciones que sin academia, y sin pretensiones de fama, se filtró en el gusto popular, a ritmo de guitarra, guira, clave y bongó”.
En la ponencia “La Fusión del Fuson”, posiblemente el único análisis con rigurosidad científica que se ha publicado sobre este estilo, y que está contenido en el libro memoria del II Congreso Música, Identidad y Cultura en el Caribe”, la licenciada Díaz detallas algunas características que marcaron el inicio de la evolución del Fuson:
-El uso de los patrones rítmicos del son, la plena, la cumbia y el merengue.
-El conjunto de percusión utilizado, de bongó, clave, y guira en vez de guiro.
-El recurso de la guira del merengue entre el rol sonero de los demás instrumentos de percusión.
-La utilización de varias guitarras como reemplazo del tres.
-La forma ocasional de utilizar varios compases precedentes a la primera parte de las composiciones.
-La movilidad del coro como sección estructural.
-La variedad del coro, que no sólo se repite, sino que se varían.
-Las armonizaciones vocales.
-La reconocida influencia de Cuco Valoy, Antonio Caban Vale “El Topo” e Ismaél Rivera, en el estilo interpretativo de Fernando Echavarría.

Estas son características que se manifestadas de manera espontánea, pero se evidencia en las mismas que el grupo tenía interés inclinado en el son.
Como en la bachata la guira se constituye en catalizador importante, aunque no el único, que trasmite la influencia del merengue.
Digo que no el único porque existen otros factores que transmiten dicha influencia como el acento musical del merengue, que se manifiesta tajantemente y contribuye al color de este estilo. Además, al Fusón se añadió las congas, las que también traen el toque del merengue.

Sirvan estos dos ejemplos como frutos de la constante relación entre las expresiones musicales caribeñas, primero entre sí y luego con otras músicas fuera de la región, las que han contribuido desde la colonización a fortalecer el gran arco iris musical que ostentamos.
(Alexis Méndez).

Nota: Si quiere tener más datos sobre la bachata, busque el libro “La Bachata” de la autoría de Darío Tejeda (2003). Si quiere tener más información sobre el Fusón, busque la ponencia “La fusión del fusón”, de la autoría de Rossy Díaz, incluida en el libro “Memorias del II Cogreso, Música, Identidad y Cultura en el Caribe”.

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